No es ocioso pensar que la economía
global es, sobre todo, un sistema cuya complejidad se define por
eslabonamientos de las relaciones entre las naciones mediante los acuerdos
comerciales y el flujo de bienes, servicios e información.
Desde la perspectiva geográfica se
recomienda pensar en los efectos que estas relaciones propician sobre todo en
la disposición espacial de los servicios, el surgimiento de nuevas actividades
económicas y las amenazas a las que se exponen las economías tradicionales.
Esta misma preocupación es válida en lo que concierne a las capacidades que
tienen las economías locales para incorporarse al funcionamiento de la
economía global o, mejor dicho, a la economía mundo (Wallerstein 2005).
Cinco temas, al menos son de especial
interés:
No está por demás decir que
la economía local se entiende como el conjunto de actividades productivas que
aprovechan los recursos endógenos (naturales y humanos), de acuerdo con la
capacidad tecnológica de una determinada zona, cuya estructura tiene el
potencial de crear empleo, mantiene un nivel de ingresos, fomenta la
participación colectiva, se preocupa por la educación y la salud de la comunidad,
y es capaz de mejora la calidad de vida del colectivo.
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